El bosque en invierno

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1 / EL BOSQUE EN INVIERNO

Imagínese un bosque de niebla. Recuerde el invierno más reciente que haya pasado y cierre los ojos. Acaba de amanecer hace apenas unos minutos. Está observando ese oscuro muro que rodea el casco viejo de la ciudad como un cinturón de piedra. Llueve, o quizás no, pero uno conoce el cielo y esta vez cree que no se equivoca. A lo lejos, la silueta delgada de un caminante se detiene y sobresale por encima del mirador de la fortaleza inmóvil. Supone que quien se asoma es una mujer por la forma en que deja que el viento le acaricie el pelo. La lluvia fina le obliga a pensar en sí mismo y busca refugio. Es domingo y ha bajado a comprar el periódico. La puerta de la cafetería dispara un haz de luz blanca sobre la acera indicándole que está abierta. Sin embargo, no puede dejar de volver la vista hacia allá arriba, a mirar a quienquiera que sea que esté allí parado mirando al vacío bajo la lluvia porque algo le dice que esa mujer va a cambiar su vida.

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-ALMA WINZ-

Un cuento cada noche

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2 / UN CUENTO CADA NOCHE

Érase una vez una mujer soltera que vivía en un país cualquiera. La mujer rondaba los cuarenta años de edad y soñaba de día y de noche. Trabajaba en una oficina de lunes a sábado por las mañanas. Estaba en la sección de atención al cliente. Era buena, es decir, era una mujer que no se portaba intencionadamente mal con nadie. Sabía hacer bien su trabajo. La gente, aunque no toda la gente, solía irse de su mesa de trabajo con una sonrisa que no traía antes y se lo debía a ella. En su tiempo libre se pasaba horas leyendo historias de unicornios, príncipes, hechizos y brujas. Le gustaba leer diarios, novelas y biografías. De niña su padre, Ernest Winz, le contaba un cuento cada noche antes de que se le cerrasen los ojitos verdes y las pestañas negras anunciasen que allí dentro había mucho sueño, o mejor dicho, muchos sueños.

El padre se sentaba en la cabecera de su cama y le leía el cuento de Caperucita y de Pinocho. Ernest se inventaba detalles que no estaban escritos, transformaba su voz en la voz del lobo feroz, un duende o un enanito. Imitaba al muñeco de madera de Gepetto y gesticulaba con las manos tocándose la cara y fingiendo un aumento considerable de su apéndice nasal mientras le mentía sobre un personaje recién creado que ella sabía que no aparecía en el cuento. Alma se dejaba engañar y sonreía feliz. A veces, en las líneas finales de algún cuento se explicaba la moraleja y en esa parte de la historia el padre cerraba el libro de golpe. Le preguntaba a su hija qué era lo que había aprendido y ella le respondía cosas como que la niña de la caperuza roja no tenía que haber desobedecido a su abuelita o que hablar con desconocidos -sobre todo si eran lobos- no era una buena idea. Entonces el padre cuestionaba esta o aquella respuesta y ella le daba la razón o se quedaba callada pensando. Y luego bostezaba, volvía a reír con los ojos verdes y le decía que se caía de sueño. El padre le acomodaba la almohada y le daba un beso de buenas noches.

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-ALMA WINZ-

El libro abierto en la mesa

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3 / EL LIBRO ABIERTO EN LA MESA

La alegría fecunda, el dolor engendra” (William Blake)

Encontrar a ese hombre en la calle viniendo hacia ti. Le habías visto alguna vez en los alrededores del bosque de la ciudad y te resulta conocido. No te gusta. Se acerca a ti mientras caminas rápida y te regala una sonrisa que no quieres en la que ves la maldad que habita en su interior. Te acobardas. El ogro se acerca por detrás y te sacude una bocanada de mal aliento. Te roza con sus dedos, te acaricia. De repente eres sucia sin darte cuenta por algo que no has hecho ni has buscado. No puedes moverte. El miedo te paraliza de tal modo que no te revuelves contra el monstruo. Odias esto, odias a quien te maltrata y lo peor es que llegas a odiarte a ti misma. Cuando todo ha terminado, te recompones el cuerpo, el alma y la ropa y huyes de allí para siempre como si eso fuera posible.

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-ALMA WINZ-

La mujer sola que camina en la hora mágica

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4 / LA MUJER SOLA QUE CAMINA EN LA HORA MÁGICA

Había salido como todos los días a una de sus horas mágicas. Sola. Sus muslos y ella moviéndose con brío al mediodía. Camina deprisa aunque no va a ningún lado, solo pone en marcha su rutina de ejercicios. En voz baja recita incansable el mantra “a través del cuerpo se llega al alma”, “a través del cuerpo se llega al alma”. El paseo de una mujer en los alrededores de la ciudad antigua. Daban las 3 en la iglesia cuando llegaba hasta el hombrecillo verde del semáforo. Mientras camina piensa en el libro que dejó abierto en su habitación. Le gusta la alternancia del desorden de la vida cotidiana con el argumento equilibrado de una novela. La mujer lleva un atuendo sencillo: pantalón largo, camiseta, una gorra y zapatillas blancas. Sigue caminando a buen ritmo, mira el reloj de muñeca. Apura el paso un poco más y regresa a casa.

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-ALMA WINZ-

La carta mojada

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5 / LA CARTA MOJADA

“Si lee esta carta escrita en papel disculpe el azul lluvioso de algunas letras. No he sido capaz de disimular el desencanto de mis ojos. Le escribo con la esperanza de que se haga cargo de una injusticia y ponga empeño en ayudar a una mujer desvalida. Me da la impresión de que la tinta azul está corrida también por la vergüenza y no me preocupan las lágrimas que inundan el bosque de signos en el que vuelco mi pena como un pájaro herido. Soy una mujer inocente que lee libros y cree en la bondad de la gente. Y es que era mi padre quién me leía cuentos por la noche para esconder el horror de las cosas del mundo que sabía que podría atraparme a mí un día. Le escribo, señor, para quitarme esta espina que tengo clavada dentro, le escribo para decirle que no tengo culpa de ser mujer. Y si ser mujer es ser culpable, soy mujer y soy culpable. Le escribo para decirle que he perdido la fe en la justicia.”

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-ALMA WINZ-

Mensaje en la iglesia

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6 / MENSAJE EN LA IGLESIA

-Padre, usted que es hombre no sabrá entender esto por su condición de sacerdote, a pesar de ser hijo de mujer… Es que no puedo más. No sé cómo voy a vivir mi vida mañana. No me siento fuerte como antes. Aquí se ha cometido una injusticia muy grande y la víctima que soy yo está indefensa. No hay justicia, no hay ley. Una intenta explicarse qué ha podido pasar por la cabeza de quién me hizo esto ¡Oh, Dios! ¿Por qué a mí? ¿Por qué soy mujer? Me estoy volviendo loca.

-“Da mihi animas, cetera tolle”(*) (responde el sacerdote)

-¿Qué ha dicho, padre? ¿Es latín?

El padre sonríe y asiente con la cabeza.

-¿Es que no me va a decir lo que significa?

-Hija, una frase puede ayudarle a vivir un día o toda la vida. Voy a dejar que piense en el mensaje un momento.

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-ALMA WINZ-

Vértigo

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7 / VÉRTIGO

Espero a mañana. La verdad es que más que esperar, me desespero. Me acuesto antes de la hora en la que una mujer despreocupada se va a la cama y me pongo a pensar en lo que quiero olvidar. Cuando era pequeña juntaba las manos y hablaba en voz baja con el hombre de la cruz “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Mucho tiempo después perdí la costumbre de esas conversaciones.

Empecé a pensar que hablaba sola en un monólogo interminable y el agotamiento físico aturdía a mi espíritu agónico que buscaba mantenerse erguido a pesar del desánimo, la soledad y el vértigo. Caigo.

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-ALMA WINZ-

Condenada

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8 / CONDENADA

La impunidad de este ogro está dando la razón a quienes me culparon de ser frívola y reírme de forma escandalosa como si yo hubiera buscado todo este daño. No puedo ser otra cosa, no quiero ser otra. Soy mujer y mi cuerpo es un cuerpo femenino. Aprendí deprisa que no todos nos ven como un igual, como un ser humano digno de respeto. No me conformé entonces y no lo hago ahora. Me consta, vaya si me consta, que es arriesgado no ser invisible y tuve que luchar para ocultar ciertas partes de mi anatomía femenina que producían un efecto inmediato en los hombres.

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-ALMA WINZ-

Una frase que me salve

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9 / UNA FRASE QUE ME SALVE

No me arrepiento de haber acudido a la iglesia después de la hora mágica. Si a través del alma se llega al cuerpo, a través del cuerpo se llega al alma. Por eso salgo a buscar mis momentos, mis horas mágicas, al amanecer o al mediodía. Cuando anochece entro en el bosque de letras y sueño y cuando sueño vivo más. Hablo para mis adentros. Me pregunto constantemente qué significa el mensaje del padre. Lo guardo aquí anotado en esta libreta que llevo conmigo.

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-ALMA WINZ-

El padre y la hija

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10 / EL PADRE Y LA HIJA

(Monólogo interior)

No hacer nada, no preocuparme por el ahogo. Verme desamparada. No odiar al agresor porque no lo merece. Buscar, a pesar de todo, la soledad para que no me vean llorar. La ilusión de días, semanas en que podría haber actuado la justicia de cualquier clase, divina, humana o poética. Voy a saltar y al pensar de repente en mi padre me da tristeza y me concedo un instante… incluso la lluvia dejaría de preocuparme ahora y oigo el llanto de un niño y pienso en el sacerdote que me escuchaba y me dolió a mí que estaba tan lejos. Iba a decir adiós a mi vida y soy humana y soy mujer y tengo lo que hay que tener. Maldita sea mi alma”

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-ALMA WINZ-